El Salar de Uyuni: una confluencia entre historia, geología y paisajes alucinantes
Inmerso en un espectáculo de ensueño, en pleno altiplano boliviano, el Salar de Uyuni es poseedor de un pasado prehistórico y un entorno con una geología asombrosa que ha sido esculpida por el paso del tiempo y la erosión del viento. Su atractivo paisaje, rodeado de increíbles catedrales de roca o yardangs, volcanes, lagos y una importante cultura local, es ideal para la contemplación por parte de cualquiera que se embarque en la aventura de visitar el salar más grande del mundo.
Por Ladera Sur.
Ubicado en la provincia de Daniel Campos, en el departamento de Potosí al sur de Bolivia, el Salar de Uyuni es considerado el desierto salado ubicado a mayor altura y el más grande del planeta, con una altitud cercana a los 3700 m.s.n.m y con más de 10.500 km2 de superficie, posicionándolo como un destino sudamericano imperdible entre los viajeros.
El magnético salar está provisto de un profundo silencio visual, un color blanco brillante y un horizonte que pareciera no acabar jamás y, contrastado con su entorno de antiguas formaciones rocosas, géiseres y volcanes, resulta un panorama visual único.
Yardangs: una geología particular donde el viento y el material volcánico son los protagonistas
Con una antigüedad milenaria y un pasado donde predominaba una importante fuente de agua salada, la formación del Salar de Uyuni se remonta hace casi 12 mil años atrás, cuando en su centro se encontraba el lago Tauca, cuya formación fue producto de la ramificación del antiguo y enorme lago Minchin que se estima existió hace 33 mil años atrás, y el cual se cree ayudó a formar el actual lago Poopó, además del Salar de Coipasa.
Del mismo modo en que las mutaciones fueron revelando lo que hoy es el gran desierto de sal de Uyuni, las grandes transformaciones que ha sufrido la Tierra han revelado unas curiosas catedrales de roca volcánica o yardangs que se encuentran en las cercanías del salar, a lo largo y ancho de todo el altiplano, y que tienen su origen en una intensa actividad volcánica de entre 8 y 1 millones de años atrás, en la época del Mioceno.
En ese tiempo, las grandes explosiones liberaron material volcánico en varias zonas del altiplano, y con el paso del tiempo, este material se endureció y transformó en lo que hoy se conoce como ignimbrita, un tipo de roca volcánica que tiene distintas tonalidades y resistencia a la erosión, tal como lo confirma la recopilación de información que realizó Sergio Gaete, ex guía y gestor de contenidos territoriales en Explora.
Esa roca volcánica, es la responsable de las grandes catedrales rocosas esculpidas por el viento o yardangs, los que son definidos por el Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, como: “cerros alargados con crestas asimétricas alineadas paralelas a la dirección del viento principal, las cuales resultan de la acción de la deflación y la abrasión sobre un macizo rocoso en las regiones desérticas”.
El sistema de yardangs más espectacular se puede divisar al noreste de la laguna y cráter Pastos Grandes, ubicada a 164 km al suroeste del Salar de Uyuni. Este escenario de rocas de hasta 70 m de alto, ha podido mantenerse en pie gracias al clima desértico y estepárico de altura que predomina en el altiplano.
El pasado de Pastos Grandes
Los increíbles paisajes rocosos que se aprecian en la actualidad alrededor de la caldera, cráter o laguna de Pastos Grandes, existen gracias a tres grandes colapsos o erupciones volcánicas que ha habido a lo largo de la historia, según explica Gaete.
“El colapso más antiguo del que se tiene registro ocurrió hace 5 millones de años, del cual se originó la ignimbrita Chuhuilla, la cual cubrió un área de 1.100 km2 generando una capa de material volcánico de un kilómetro de espesor”, argumenta el gestor de contenidos territoriales de Explora, agregando que esa cantidad de material correspondía a 1.100 km3 de volumen.
Más tarde, el segundo colapso tuvo lugar hace 5 millones de años atrás, fue el más pequeño y generó cerca de 20 km3 de volumen de material que dio origen a la ignimbrita Alota. Gaete explica que actualmente se pueden ver sus afloramientos a tan solo 20 km de la actual laguna Pastos Grandes.
Y, el tercer colapso de la caldera de Pastos Grandes ocurrió hace 2 millones de años atrás, dando origen a la ignimbrita de Pastos Grandes. Esta explosión generó 1.430 km3 de material volcánico, y tal como explica el ex guía, esta erupción depositó un volumen más grande que la primera, superando en el primer y último colapso el índice máximo de explosividad volcánica que existe en la actualidad.
“Estos yardangs están compuestos por ignimbritas con diferentes resistencias a la erosión, siendo las más débiles y menos consolidadas, las ubicadas más abajo, razón por la cual el viento ha modelado un tipo de geoforma a la cual se le llama hoodoo, o mega hoodoo por su gran tamaño, pero que coloquialmente bautizamos como árboles y catedrales de roca, las cuales pueden llegar a medir hasta 70 metros de alto”, argumenta Sergio Gaete.
El altiplano: un lienzo en blanco
El pasado geológico del antiguo Salar de Uyuni y sus alrededores, entre los que habita una fauna espectacular como el flamenco chileno (Phoenicopterus chilensis), el flamenco andino (Phoenicoparrus andinus), el flamenco de James (Phoenicoparrus jamesi), el suri (Pterocnemia pennata), el cóndor andino (Vultur gryphus) y el gato andino (Leopardus jacobita); no hacen más que enaltecer la belleza del paisaje amplio y silencioso que provee el altiplano, un sitio rodeado de horizontes inabarcables y auténticas siluetas.
“El entorno geográfico donde se desarrolla todo el atractivo cultural del altiplano es como estar habitando un planeta en formación, totalmente distinto a lo que uno suele conocer, con toda su historia geológica a la vista. No existe en el planeta un lugar como Uyuni, con un alto y plano lleno de volcanes que están bajo una caldera volcánica y un batolito en la corteza terrestre increíble, es un lugar especial y único”, expresa Guy Wenborne, destacado fotógrafo chileno.
Además, las formas y los fenómenos geomorfológicos resaltan en el blanco o mar de sal, al vislumbrar islas de tierra y granito en medio del salar, como la famosa Isla Pescado o Cujiri, de la cual resaltan impresionantes cactus de hasta 12 m de altura y una cueva ubicada en su parte más alta; o la isla Incahuasi, poseedora de bosques de cactus, túneles y cuevas e importantes restos arqueológicos de la cultura inca y tiahuanacota.
“Amé los amaneceres, traté de replicar varias veces el vivir la experiencia de cómo nace un día, desde la noche hasta aclarar y que salga el sol. Esa experiencia de cómo nace un día me encanta vivirla en un lugar así, porque estar presente y ver cómo la luz interactúa con esa geografía, a esa hora, es maravilloso, destacando la belleza de la luz antes de la luz”, expresa el fotógrafo y viajero.
Y, es que los grandes hexágonos de sal presentes en el salar, los cuales se crearon a partir de la fragmentación del suelo al producirse el proceso de evaporación de la sal hacia la superficie, sumado al efecto espejo que se puede observar en el desierto de sal cuando se encuentra atravesando el verano austral, y las catedrales de rocas o yardangs que se encuentran en los alrededores, hacen de este destino un lugar con características únicas y una historia que se remonta a millones de años atrás.